viernes, 7 de enero de 2011

Bienvenida crisis

Por Úrsula Izquierdo

No me es fácil escribir esta columna. Llevo varias semanas tratando de hacerlo y de alguna manera le he estado haciendo el quite. Pero no porque no quiera, sino porque el tema es difícil, profundo, duro, denso.

Por otro lado sé que tengo que escribirla, porque si no sería como saltarme un capítulo de mi propia película.

El tema de hoy es la crisis. No la económica ni la global, la interna. Todos hemos pasado y seguiremos pasando por estas tan temidas situaciones llamadas crisis, que aunque no lo creamos, llegan con buenas intenciones: hacernos crecer. Es como si un maravilloso regalo nos llegara en un envoltorio horrible y doloroso. Por eso la mayoría de la veces nos quedamos atrapados mirando el envoltorio sin nunca descubrir lo que venía adentro.

Estas crisis podrán ser suaves o fuertes, superficiales o profundas, largas o cortas. Pueden durar desde un par de días hasta varios años. Pero el grado con que nos afecte depende de cómo la veamos, o sea, de nuestra capacidad de ver el regalo dentro del envoltorio. Algo difícil de hacer, pero no imposible. Difícil porque nadie nos enseña a preverlas, identificarlas, llevarlas con nosotros, superarlas, ni mucho menos ver el lado bueno de una crisis.

Tal vez se preguntan si yo pude ver el regalo que venía dentro de mi última crisis, la depresión que sufrí hace un par de años. La respuesta es no. Mejor dicho, la respuesta es NO, porque cuando las emociones se desbordan no podemos ver con claridad. Recién cuando mis emociones volvieron a ordenarse y salir a la superficie comencé a ver el regalo, o sea, la oportunidad de transformación que me traía esta “crisis”.

Las crisis no son más que el llamado a un cambio de dirección o de enfoque frente a algo que estamos viviendo. Nuestro ser interno nos da algunas señales previas que muchas veces no podemos o no queremos escuchar, hasta que derepente llega y no nos queda otra que tomar todas las herramientas que tenemos al alcance para salir de ella. El problema es que hoy en día contamos con muy pocas herramientas emocionales para salir airosos. Lo único que nos queda es pedir ayuda, la que muchas veces no es ni la más acertada ni la más efectiva. Con esta “ayuda” me refiero básicamente a cómo la medicina convencional trata nuestras emociones. Un mundo misterioso del que nos hemos distanciado cada vez más y que hoy casi no conocemos. Lo más loco de todo, es que vive dentro de nosotros.

Ojalá algún día tengamos la suficiente capacidad de entender y manejar nuestras emociones como para poder abrirle la puerta a una crisis y decirle: ¡bienvenida crisis!

Quiero dedicarle esta columna a mi primo Arturo que nos dejó hace muy poco y cuyo mundo emocional era tan grande e intenso que no encontró cabida en este mundo limitado y material. A ti te deseo mucha paz.

2 comentarios:

  1. http://video.google.com/videoplay?docid=6718420906413643126#

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  2. Muchas gracias por el link! el finde me daré el tiempo de verlo completo porque se ve ultra interesante!!!

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