Por Ursula Izquierdo
Para mi existen 2 tipos de locura, la que te hace bien y la que te hace mal. Cualquier persona en su vida puede experimentar o haber experimentado ambos tipos de locura. Como yo.
La primera es la locura que te puede llegar a producir el trabajar durante más de 12 años en publicidad. No estoy diciendo que todas las personas que trabajan en publicidad estén locas, pero si eres de los más sensibles –mi caso- no es difícil entonces percibir toda la energía que esa profesión y ambiente emanan.
Imagínense, estamos vendiendo en el 90% de los casos una falsa felicidad. Decimos que vamos a ser mejores y más felices personas si adquirimos miles de productos y servicios que realmente no necesitamos. Ese mensaje, y trabajar en la creación de ese mensaje, ya genera cierto tipo de energía.
Esta energía no es la que precisamente está mas cerca de la Verdad. Y con Verdad me refiero a lo que realmente somos en esencia los seres humanos: amor y felicidad. Y eso se encuentra solamente dentro de nosotros. No en las grandes tiendas ni en las automotoras.
Como les conté antes, yo llevaba varios años emitiendo un mensaje que no está de acuerdo con mi esencia (ni la de nadie). En el fondo lo sabía, pero yo también caí en la trampa: compré todos los mensajes que yo misma creaba. “Con este MBA alcanzarás el éxito antes de los 30” “La verdadera independencia está en la casa de tus sueños” o “Sin estas zapatillas no la llevas”. (En fome, claro).
¡Cómo no me la iba a creer si yo misma lo inventaba!
Bueno, a eso sumémosle el estrés de los timings de entrega de cada campaña, las largas jornadas y la mala alimentación. Todo esto terminó en una depresión que fue gatillada cuando nació mi hija. O sea, tuve una depresión post parto del terror que duró nada menos que 2 años.
Pero tenía que salir de este estado de locura. Y para eso, elegí un camino que me ayudara a fortalecerme y a construir una nueva vida. Lo primero que hice fue renunciar a mi pega, carrera, profesión, sueldo, isapre, AFP etc. Todo lo que creía que me daba seguridad. Fue una decisión dificilísima.
Lo segundo fue agarrarme con uñas y dientes de un disciplina que llevaba 12 años practicando, pero que aún no se había convertido en mi gran herramienta de vida: el Yoga. Santa Yoga. Me sacó del estado de locura en el que estaba (la locura mala), para llevarme a mi nuevo estado de locura (la locura buena).
Por qué digo que el Yoga me llevó a un estado de locura. Porque ahora canto mantras y medito todas las noches antes de dormir y mi pareja me cree loca. Porque me hice seudo vegetariana (como sólo pescado) y todos mis amigos me miran con cara de loca cuando llego a un asado con mi pedazo de salmón. Porque no celebro el 18 con alcohol igual que los demás, porque evito que mi hija tome antibióticos, use inhalador, vea mucha tele y vaya al Mc Donalds, porque no quiero que su abuela le dé tantas galletas ni tampoco le regalen tantos juguetes de plástico. Por todo eso y mucho más, más del alguno me cree loca. Más aún cuando empiezo a hablar de nuestro ser interno y de lo importante que es cultivarlo, lo necesario que es tratar sanamente nuestro cuerpo y empezar a entrenar la mente para que ésta sea la que esté al servicio del alma y no al revés.
Pero les digo algo, nunca en mi vida me había sentido mejor que sufriendo de este tipo de locura. Aunque suene raro, es una locura que me hace sentir en paz, más libre y en armonía. Una locura que me ha ayudado a despertar y empezar a ver la verdad de la vida.
Sigo siendo Mad Woman, pero no la Mad Woman de la serie, sino la que siempre quise ser.
En la próxima columna quiero contarles más sobre mi experiencia con el Yoga, cómo esta disciplina me ayudó a tomar la decisión de renunciar y los beneficios que he recibido de ella a nivel físico, emocional, mental y espiritual.
jueves, 16 de septiembre de 2010
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Me encanta tu honestidad.
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