Ilustración Marguerite Sauvage
Planear... soñar... construir castillitos lindos sobre paraísos futurísticos llenos de todo lo que queremos nos pase, y justo en esos lugares donde imaginamos DEBEN pasar... bien no? pero un martillo gigante y pesado que nos ponemos sobre la nuca para intentar llegar a toda costa a ese lugar que ni siquiera existe.
Hace unos años una experiencia grande y radical me hizo caer en cuenta de que la tortura más grande que había estado llevando todo ese tiempo era la de imaginar y planear para después. Sufrir como si el mundo se acabara cuando una de las piezas no resultaba como debiera. Vivir en torno a sueños sin muchas veces realmente dimensionar el ahora, y como el hoy repercute más que nada sobre nuestras proyecciones futuras.
Cada vez me convenzo más de no hay una ruta segura de como llegar al lugar que tenemos imaginado para nosotros, peor si hemos imaginado como es. Aún peor si dedicamos todas nuestras energías a atrapar lo inalcanzable... el presente está cada vez más subvalorado porque ni lo alcanzamos a disfrutar, se nos va todo tan rápido que ni el gustito de lo que ES nos deja satisfechos para dejar que la vida fluya con "pequeñas" ayuditas y no con literales manoseos.
El mejor plan que se me puede ocurrir en este momento es el de no planear nada. Dejar que los elementos se atraigan por su cuenta y nos dirijan hacia el mejor lugar... pero OJO, eso no pasa solo, hay que estar atentos y mirar. Escuchar. Sentir... sólo por esta vía llegamos al lugar deseado, y muchas veces está más cerca de lo que creemos...
martes, 17 de mayo de 2011
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