Por @kikasanchezg
Toda mi vida adoré la Navidad: desde la decoración, hasta el pan de pascua con frutitas confitadas… nada me hacía más feliz que esa calurosa época donde todo el mundo parecía estar de mejor humor.
“La Navidad es para los niños” solía oír de rebote cada vez. Y no me parecía muy lógico o real… hasta que crecí obviamente.
Con los años te vas llenando de amigos secretos, compromisos, quieres mejorar la tarjeta de pascua hecha por ti que le regalabas a tus papás, y por qué no, lucirte con alguna amiga. Los regalos empezaban a ser un tema y el retail era el primero en darse cuenta de ello.
Personalmente opto por el regalo del tipo experiencia: un masaje, unas entradas para el teatro, una suscripción a alguna revista. En lugar de inmiscuirme en ese infierno terrenal llamado Mall. Y es que a pesar de los villancicos de fondo, las lindas vitrinas y los excelentes descuentos a modo de incentivo, la hostilidad colectiva predomina. La euforia por comprar y la ansiedad ante la víspera definitivamente me colapsa.
Se que debería escribir de moda, pero no puedo dejar pasar esta oportunidad para generar masa crítica e invitarlos a cambiar el switch para regalar una experiencia, que obviamente se convertirá en un recuerdo imborrable.
El algodón se pone feo, los zapatos se gastan, los aros se pierden y los anteojos se quiebran. En cambio, la obra de teatro enseña. La conversación de ese desayuno permanece. La entretención que significa esa revista viene cada mes. El coro de esa canción sacará sonrisas para siempre. Y esa caminata por la tarde será siempre única.
Hay una canción que dice “Diamonds are forever”, lo cual es cierto. Pero los buenos recuerdos también. Apostemos por lo nuevo, lo único, y por que no, lo nutritivo para el alma. Para seguir cultivando nuestra comunidad de destino, ese capital personal que hace que nuestras vidas sean únicas y valiosas, porque hemos sabido vivirlas bien!
jueves, 22 de diciembre de 2011
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