La llegada de una de mis mejores amigas a fin de año me dejó pensando sobre este tema... todos conocemos esa sensación de aeropuerto o no?... más bien esa mezcla de sentimientos, a veces para bien, otros no tanto, que nos surgen cada vez que pisamos este lugar.
Esas ganas gigantes de viajar (en caso de que estemos yendo a dejar a alguien), de meternos en la maleta de algún viajero e ir a un destino desconocido. Da lo mismo donde, lo importante es IR. O la sensación de extraña nostalgia, tristeza, pena de frentón, que nos da el despedir a alguien... algo que me ha pasado bastante teniendo una familia bien desparramada. O la alegría casi tocable cuando vemos llegando, recogiendo sus maletas y cruzando las puertas de policía internacional, a la persona que esperábamos. Una de las mejores sensaciones!
Los aeropuertos son lugares generadores de emociones. La mayoría de los que vamos experimentamos un abanico, dependiendo de la raíz de nuestra ida, de experiencias que se conectan directamente con las de los demás...
Cuando somos nosotros quienes viajamos hay un constante nervio entretenido que no se va hasta que llegamos a nuestro destino... quizás ni ahí se va tanto... pero hay una sonrisa tatuada de lo bueno que nos traerá lo desconocido.
Un aeropuerto nos conecta con nuestros sentimientos, y hemos dejado ahí más de una vez nuestra cara de expectación, de llanto, de felicidad extrema, de frustración (cuando no resultan las cosas como queremos y sólo pensamos en matar a la loquita que está tras el mesón)... se desbordan nuestras emociones de la manera más natural y real que se puedan mostrar.
En un aeropuerto no me importan los del al lado, sino la historia que me llevó a mi ahí. Emociones puras y sin filtro.
martes, 12 de abril de 2011
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