
Cada año hay 4 estaciones con sus respectivas colecciones. Que buscan impresionar y generar un deseo inconmensurable y una fantasía única. Hasta que nos damos cuenta de la colección de promesas que nunca cumplimos para poder lucir con garbo aquello que se ve en las pasarelas.

• Programas intensivos de tres meses de gimnasio, causa que usualmente se abandona entre la segunda y tercera semana.
• Dietas relámpago para eliminar los saldos invernales. Estas comienzan cada lunes, generalmente. Terminadas con un resignado “Filo, si ya no bajé ya”
• Idas a trotar que se quedan en el aire… total este ya está bastante contaminado!
Y así, una lista innumerable de “Proyectos Bicentenario” que nunca concretamos y que nos penan hasta que se acaba la temporada de bikinis.

Si tuviéramos una rutina de deporte (no necesariamente gimnasio) no sería un tema tener que matricularse en septiembre. Y tan agotador pararse sobre la trotadora, o ponerse el buzo!
Si comiéramos sano los 365 días del año, el invierno no sería una estación “de guarda” por decirlo de alguna forma. Y estaríamos cual girl scout, siempre listas para un trajebaño, mini, vestido, etc…
Y por último, si nos preocupáramos realmente de nosotras mismas, nos encantarían todas las estaciones! Porque cada una de ellas tiene su encanto, estilo y atributos.
La semana pasada se realizó en Santiago una feria dedicada 100% a Belleza y Wellness, y me di cuenta de cuán ávida de cuidados personales estaban todas las asistentes. Todas querían el champú que les dejara el pelo más lindo. O la crema más hidratante. O el masaje más modelador. Todas tenían carencias que querían suplir!

Son considerados “regaloneos”, cuando deberían ser un must!
Es hora de que la palabra Fitness deje de ser sólo el nombre de un cereal... Simplemente porque todas lo valemos!
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