Por @danischiaffino
Siempre intenté visualizarme a los 30
años, me imaginaba totalmente diferente a lo que soy hoy… ahora miro hacia
atrás para ver en que momento perdí el norte y en que momento olvidé mis sueños
o simplemente dejé de soñar.
Aún recuerdo cuando un día desperté, miré a
mí alrededor y tenía un desorden descomunal, todo estaba tirado, todo era gris,
tenía un nudo enorme en la garganta y yo ya no era yo…
Me miré al espejo, ya tenía 28 años, me
angustié tanto cuando vi mi vida y en lo que había perdido tanto tiempo (puras cosas poco
importantes). Me había dedicado a vivir por el resto, a escuchar problemas
ajenos y me había olvidado de mí… había dejado de escucharme, había dejado de
hablar conmigo, ya me había acostumbrado a decir que estaba siempre bien, cuando
realmente no lo estaba.
Lo único que había logrado era esquivar mi
realidad por miedo a afrontarla, no quería escuchar a nadie, solo quería
pasarlo bien y al menos por unas horas poder olvidar mis dolores.
Olvidé las cosas importantes de la vida, me
vi llena de miedos e incertidumbres, había perdido el valor del compromiso, mi
supuesta seguridad no era más que una careta al mundo, porque por dentro era
una mina insegura, con el autoestima baja.
Respiré profundo y decidí tomar las riendas
de mi vida… aún estaba a tiempo de lograr o al menos, estar lo más cerca posible
de lo que yo quería para mí.
NO fue un camino fácil, necesité ayuda y
¡mucha!, fueron tiempos difíciles, tuve que reencontrarme conmigo misma y hacer
un mea culpa, escuchar las opiniones de mi familia y amigos. Tuve que hacer un
giro en 360 grados a mi vida. Obviamente en ese giro hubo muchos “amigos” que
perdí, pero otros que me demostraron el real valor de la amistad.
Les mentiría si dijera que volví a una vida color
de rosas, porque no fue así, re ordenar años de desorden y miedos, siempre
deja por ahí más de alguno escondidillo o que yo misma quise dejar.
Pero al menos estos casi 2 años me han
servido para darme cuenta de muchas cosas…
Aprendí que aunque la vida te quite cosas,
se preocupa de darte otras.
Que cuando pierdes a un ser
querido, TÚ vida no se acaba, sólo sufre una metamorfosis muy dolorosa y luego
aprendes a vivir con ese dolor sin que duela.
Aprendí que una vez que nos aprendemos a
amar a nosotros mismos, es más fácil levantarse cada día.
Aprendí que estando bien uno, lo proyecta
al mundo y la gente te mira y te siente de otra forma.
Aprendí que es necesario caerse mil veces y
siempre levantarse, cada vez los golpes duelen menos y las caídas se hacen más
escasas.
Aprendí que decir NO, no es malo, no hay
que tenerle miedo.
Aprendí que sólo tu familia es la que
realmente estará a tu lado cuando estés en el suelo.
Aprendí que no es necesario tener mil
amigos, sino que 5 buenos es suficiente.
Al fin ya estoy siendo una mujer, por años
fui una pendeja en cuerpo de grande. Protegida del mundo porque era débil ante
los ojos del resto.
Por primera vez estoy siendo yo, ahora me
siento como cuando aprendes a andar en bicicleta y te quitan las ruedas chicas
para lanzarte al mundo.
Se me vienen nuevos desafíos, y estoy
ansiosa por lograr las metas que me he propuesto.
A veces cuando estamos mal nos preguntamos
¿Por qué a mí? ¿Qué he hecho para que me pasen no una, sino mil cosas malas…?
Finalmente un día cansada de buscar
respuestas me pregunté ¿Y por qué a mí no? Si finalmente a todos nos tocan, la
diferencia es quedarnos pegados, lamentarnos y victimizarnos... la mejor es
aprender, llorar un rato y avanzar.
Ninguna está libre, de nosotras depende cómo
afrontar los desafíos de la vida.
De vez en cuando vale la pena un "fresh start" como dicen los americanos.
ResponderEliminarSaludos
Si! Y para que los cambios realmente resulten, tenemos que comenzar por uno.
ResponderEliminarBesos!